No puedo, simplemente el ejercicio de poner “stop” no me sale. Mi mente gira, gira y vuelve a girar enredando los hilos de las ideas, los pensamientos, la memoria, los recuerdos. La mente piensa a una velocidad opuesta a lo que siente mi alma, mi alma va lenta e intensa, mi mente corre, más bien escapa. Escapa de todo aquello que la puede hacer descansar, disfrutar o vivir de manera poco obsesiva o ansiosa.
No sé a quienes le rindo examen, pero la exigencia me supera ampliamente y me cuesta descansar. Me despierto a la noche y quiero salir “a hacer”, que es lo que corresponde, aunque cuando lo tengo que hacer no tengo ganas, y todo vuelve a empezar, porque no puedo no tener ganas. Eso está mal, es el primer examen mal rendido.
Y estoy cansada, que eso también está mal, y no puede controlar nada, y me siento defraudada si no sale. No puedo, no puedo poner “stop” no me sale. Pero tengo ganas.
Empiezo por lo obvio, orden en el placard, entre zapatos y ropa, orden en la heladera y la alacena. Como cocinera, con los años fue desarrollando manías bastante funcionales, todo tiene un frasco y un lugar. Eso hace, que la hora del encuentro entre ollas fluya con liviandad. Lo de siempre, música y saber dónde ir.
Cuando todo ya tiene un orden, o al menos ese orden necesario, la mente y los proyectos empiezan a pedir lo mismo. Antes, aparece la voz interna que te dice, colgaste con arreglar el cajón y llamar a la administradora por la mancha de humedad. Los pendientes, los no puedo propios contagiados con esos no puedo heredados, y con esos no puedo de alguien más que quisiera solucionar. Habitar la casa propia, a veces, es un embole. Qué hago con este lugar, para quién escribo y por qué. ¿Sigue siendo este un proyecto de cocina?
La respuesta no espera, ayer le decía a una amiga que eso que comemos está relacionado físicamente con lo que sentimos, es que un montón de neuronas en el sistema digestivo dicta al cerebro, nuestro otro cerebro, un montón de información y aquí estamos. Eligiendo los ingredientes para la cena. Pero ante todo, re afirmar que no se puede decidir volver a un lugar, del que nunca te fuiste. Porque de alguna manera soy estas reflexiones absurdas, esta mujer que cocina, que escribe, que intenta aprender cosas y sobre todo que sueña.
En junio se vuelve a dar una clase junto a mi querido amigo Facundo Spezzi, mudras y especias, buscamos herramientas gestuales y culinarias para el día a día.