Cocinar siempre me hizo sentir libre, me dije en un cuento. En un juego donde me desdoblo, combino y convivo.
Me alejo de mi en búsquedas impropias, el espejo tiene lo inevitable. Un temor como un tango, postales de nostalgia, sonrisas apretadas, listas otra vez.
Aquí estoy, un poquito más lejos de todas las que intenté ser y unos cuantos metros más cerca de todas esas voluntades que me tocan la puerta.
Me alejo de mi en búsquedas impropias, el espejo tiene lo inevitable. Un temor como un tango, postales de nostalgia, sonrisas apretadas, listas otra vez.
Aquí estoy, un poquito más lejos de todas las que intenté ser y unos cuantos metros más cerca de todas esas voluntades que me tocan la puerta.
Vuelvo una vez más, porque vuelvo una vez más a mi. A la nena que rindió un examen de dibujo con un cuento, a la mujer que compra una guitarra.
Vuelvo, en corazón, con corazón, como vuelve mi recuerdo al limonero, a las manos de mi abuela en el engrudo de la masa.
Vuelvo con todas las veces, las voces, los intentos.
Aroma y sabor es armonía, como las que tejen las cuerdas de una guitarra, como las que enlazan la palabra o revuelven la cuchara.
Vuelvo, en corazón, con corazón, como vuelve mi recuerdo al limonero, a las manos de mi abuela en el engrudo de la masa.
Vuelvo con todas las veces, las voces, los intentos.
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